las cosas no siempre son lo que te parece...

domingo, 3 de octubre de 2010

Cap/13, El anuncio de Marion



Cap13, Tengo algo triste que anunciarte (1)





Habían pasado solo tres días desde el funeral de mamá y no veía el momento de mi regreso a casa…

¡Qué extraño! Quién lo hubiera pensado antes. Esta casa era, o, había sido, mi hogar mucho antes, la casa donde me crié. Aquí pasaron mis años de niño, desperté a mi adolescencia y viví la primera juventud.Y de hecho, a pesar de mi marcha, nunca dejó de ser mi casa, puesto que era la de mi madre. La misma casa, donde vi por primera a vez a Marion, sin imaginar lo que llegaría a significar en mi vida, cómo la llenaría y marcaría para siempre con su amor.
Porqué de pronto, este sitio, ya no lo siento igual, a pesar de … Siempre, pensé, hay algo más que convierte un lugar en nuestro hogar, y, ese algo, es lo que le da o, quita, sentido a una casa para convertirse o, dejar de ser, ese inconfundible refugio seguro y nutriente.

Al momento, recordé, “ese algo” que ahora daba ese sentido de hogar al nuevo refugio en París, al tiempo que se lo había quitado al hogar de Laura. Sí, era ella… eché de menos a mi amada esposa ¡cómo deseé tenerla a mi lado!

Y qué raro eco tuvo aquél calificativo en mí. Nunca pensaba en Marion con esa designación.
. “Mi mujer”… Así era como la sentía y señalaba. Así la pensaba o nombraba: “Mi mujer.” Esa, era la frase corta, que tanto abarcaba, con la que; desde mi alma, asaltaba mi boca, llenándola, de la sensación más dulce y placentera jamás imaginada que… Que jamás se transformó o dejó paso a un sentimiento de indiferencia al recordar el lazo que nos unía.

Pues, tristemente, amiga, no me permitió, el corto tiempo de nuestra vida en común, descorrer el velo de la rutina, que según cuentan otros, acaba trastocando la mayor felicidad y las más grandes pasiones, tantas veces, en hastío o aburrido transcurrir…

No sé, Améli, si esa carcoma hubiera hecho mella en nuestros corazones. Solo puedo suponer, imaginar y… y mis anhelos y ansias por su amor, jamás saciados, se revuelven por dentro gritando que nunca, que nunca, nuestras emociones hubieran sido plato de termitas.

Unos ruidos en la puerta de entrada, me sacaron de la ensoñación. Será la hija de D. Rodrigo, supuse. Desde que volvimos del hospital, mi madre y yo, se empeñó en ocuparse de traernos, cada día la comida, así que le dejamos una llave para que entrara cuando le viniera mejor, había de sobra, confianza y cariño en nuestra relación para ello.

Me levanté de la mesa, ocupada por los documentos que tenía por rellenar, unos, y para repasar, otros. Y me dirigí hacia la cocina donde, imaginé que la encontraría. Pero al salir por la puerta de la habitación que ocupaba, me quedé sin palabras ante la visión, no daba crédito a lo que…

-¡Marion…, tú?

Sí, amiga, allí mismo, frente a mí, estaba ella. Se acercó de prisa y nos abrazamos. No sabría decirte cuanto tiempo estuvimos así, no fue poco, desde luego. Ella, estaba muy mal, querida. Me bastó verla ese par de segundos, antes de nuestro abrazo, para saber que había vuelto a abortar…

Su voz, rota, rozó débilmente mi cara:
(1) -J’ai quelque chose de triste à t’annoncer

-¡Oh, Marion, mi amor.

Tomé su cara entre mis manos, la amargura contraía su boca y un halo oscuro rodeaba su bella mirada. Besé sus labios, sus ojeras, su frente… Su cara acabó húmeda por mis lágrimas, sin embargo ella… ella no lloraba, a pesar de la angustia que transmitía.
La abracé fuerte, ella recostó su cabeza sobre mi hombro. Besé su pelo y oprimido por dentro le dije:

-¡Cómo no me llamaste mi vida…! ¡Hubiera ido contigo enseguida!
Y estreché firmemente y con cuidado, ese cuerpo tan amado y que tan dolorido buscaba el mío … Ella, amiga, no decía nada. Solo intentaba refugiarse dentro de mis abrazos, más y más, como haciendo un hueco para desaparecer dentro de mi pecho. Cuánto dolor me transmitió sin apenas palabras…

Le supliqué que dijera algo.

-Dime algo, no te calles así, mi amor.

Solo fue capaz de decir: -Lo siento, no puedo. Casi no tenía voz.

Así, solía reaccionar siempre ante el dolor, era incapaz de hablar, no podía, y el silencio se convertía en dique de una presa, que la ahogaba en sus emociones dolorosas sin dejar salida. Poco a poco, la había ido conociendo y observando esa reacción en ella... El dolor podía destrozarla por dentro, sin ruido, casi sin una lágrima… No sé porqué le costaba tanto llorar.

En ese momento, entró su madre con un par de maletas… Ella, se separó de mí. –Voy al baño. Dijo con un hilo de voz.

Su madre y yo nos abrazamos.

-¡Ay, Arturo, hijo!
-Cuánto dolor, cuánto. Lo siento, lo siento tanto, Arturito! ¡Esta puta vida, no se cansa, cual madre radical, de darnos lecciones a base de…de bofetadas… ¡Cómo echo de menos al padre de Marión! Aquél genio suyo, aquél carácter capaz de asustar y espantar el dolor de nuestra niña… ¡es tan impresionable, Arturo! No sabes cuanto siento en estos momentos, tan tristes, con mi prima aún caliente, darte más pesar pero… (La pobre, no pudo más, Améli, se le acabó la fachada y se derrumbó)
-¡Ay!, cariño, estoy asustada ¡Mi hija está muy mal, cielo! Ha perdido la esperanza. Apenas come, no habla. Pero lo peor, como siempre, Arturo ¡no es capaz de llorar! No echa nada fuera ¿comprendes? No puede seguir así ¡tienes que ayudarla a echar fuera esa angustia, hijo!

Me dejó, no sabes, o sí… imagina. Porque Marion iba de fuerte y segura siempre, cómo romper esa fortaleza, aunque fuera tantas veces falsa, si era la que la mantenía… y tuve miedo… ¿y si era peor?

La madre de Marion, después de comer, nos dijo que había quedado de acuerdo con Leo, -la hija de D. Rodrigo- para pasar la noche en su casa. Decía que nosotros necesitábamos estar solos. Y además, nos animó y convenció para que saliéramos a pasear y tomar el aire. Me recordó a mi madre, siempre ocupándose de ayudar y facilitar las cosas a los que amaba; no podía negar, desde luego, que eran de la misma familia.

Cuando salíamos por la puerta dijo:
-Os dejaré todo organizado. Cuando volváis, ya me habré ido… Pasaré la tarde y cenaré también con ellos. Ni se os ocurra ir a buscarme.

Al regresar del paseo, tenía la impresión de que Marión tenía mejor aspecto. A ella, el ejercicio, en vez de cansarla le daba siempre más energía y ánimo. Pensé entonces, que también el reposo largo que había tenido que sufrir, habría desgastado su vitalidad.
Me comentó que le apetecía darse una buena ducha y ponerse ropa más cómoda…

-Genial. -Le dije-
_ -Se me ha ocurrido que, mientras, yo bajaré a por algo que…, bueno venga, vete a la ducha, yo vuelvo enseguida.

-No tardes, por favor. Pidió

-Pues claro que no, voy aquí mismo, al lado. Además, mira, me llevo el móvil, si ves que tardo, me llamas. Pero seguro que soy yo el que tiene que entrar al baño a buscarte…Me acompañó a la puerta, le di un beso y le guiñé un ojo cuando la puerta del ascensor se cerraba…

Volví enseguida y entré directo a buscarla. Ella estaba saliendo de la ducha en ese instante…

-¡Qué te dije? ¡Ya estoy de vuelta!

-Pero Arturo, porqué entras sin avisar, ¡mira como estoy!

-Oye, Marion, ¿no crees que ya es tarde para pudores? Le dije bromeando

Se envolvió rápidamente en la toalla y la sentí temblar, esquiva… Me mordí la lengua.
_Bueno, perdona, lo siento… solo quería decirte, enseñarte…mira lo que fui a comprar, tu helado preferido. Pensé que después del buen ejercicio que hemos hecho, nos sentaría bien…

Me interrumpió.

-Sí, me parece bien…, déjame ahora. Saldré enseguida y…y perdóname tú también, por favor. Fui a acercarme a ella, pero me detuvo:

-Enseguida salgo… ve a preparar los helados.

Se podría decir que me echó, amiga. ¡Qué preocupado me quedé! Nunca la había visto, así, distante conmigo, nunca.

Dejé el helado en la nevera. Y sentí que también yo necesitaba una ducha. Y, que si me daba prisa, estaría listo antes de que ella saliera a buscarme. Pues dicho y hecho; me fui al otro baño.
La ducha me sentó mejor, aún, de lo que había imaginado. Me cambié rápido, apenas “un segundo”.

Cuando entré en la cocina, Marión estaba echando caramelo caliente, como nos gustaba, sobre los helados. Me miró de reojo ¡está preciosa! (pensé). Dijo:

-Yo también te quiero
_No estaba pensando eso, lista.

Se sentó y me invitó a lo mismo, poniendo mi helado frente al suyo. Me senté, donde dispuso ella, un poco lejos para mi gusto.

-No lo había imaginado así. –le dije-

-¿Qué estabas pensando, entonces…?

¡Vaya!, la curiosidad gatuna, seguía intacta. Pensé: Mi Marion, no puede estar muy lejos de su gata.

Contesté a su pregunta:

-Pensaba que estabas preciosa.

Intentó disimular, pero se notaba mucho, cómo le gustaba que pensara así y más, que se lo dijera…

-Y…y ¿Cómo lo habías imaginado?

Volvió a preguntar. Le dije:

-Pues tenía la ilusión de tener cerca, muy cerca, alguien que he echado mucho de menos.

Ella, me miró con arrepentimiento, apretó mi mano y por debajo de la mesa, tocó, con uno de sus pies (desnudos) los míos…

-Bueno. –insistí-
-esto está mejor pero, yo tenía pensado algo más cercano aún…
Y me levanté con el helado en la mano. Sin otra opción le dije:

-Vamos, coge tu helado y ven conmigo, anhelo de misentrañas masoquistas.
¡uf!Al fin respiré más tranquilo, la vi aguantarse la risa, Amelí…

La dirigí hacia el salón. Al lado del balcón, había situada una chaise long… La giré de frente a él. Me eché primero y después, le pedí a ella que viniera a echarse conmigo.

-¿Qué tal, amor, estás cómoda? Ya verás qué tonos, rosados va tomando el cielo. Muchas tardes, mientras lo veía, aquí solo, pensé en lo que me gustaría compartirlo contigo…



-Sí, Arturo… Has tenido una buena idea. Me siento muy bien así, contigo. El cielo está precioso… Y lo del helado, de verdad ¡Me encanta, está riquísimo!

Solté mi helado y la agarré por la cintura…Ella, continuó diciendo:

-Desde que te fuiste, no había vuelto a tomar uno ¿Sabes? Ni se me ocurría ni me apetecía nada…nada, y además, a los pocos días de marcharte tú, sucedió todo.

También ella dejó el helado…Besé su pelo y esperé que continuase…
-¡Ha sido terrible! Cómo siento fallarte de nuevo…
se acurrucó, hundiéndose, contra mí.

-¡¿Cómo dices… qué es eso de que me has vuelto fallar!?

-¿De verdad piensas que yo puedo sentir algo así, Marion?

-No, claro que no piensas así, sabes de sobra que no… Pero tú, tú si lo piensas, verdad? Eres tú la que siente que fallas en algo. En algo, además, de mucha importancia como es o son los hijos…
- ¡Claro! Es eso. Te castigas tú misma por una causa o culpa imaginaria; pero intentas,…buscas descargarte en mí… hacerme, o convertirme en tu verdugo… por eso te disculpas.
¿Es o no es eso lo que parece?...
Callé asustado, empezaba a comprender el distanciamiento y la frialdad con que me trató en el baño. Me asusté…

-Marion, ¿Qué intentas? ¿Qué esperas de mí? ¿Qué has imaginado que debería hacer ahora… Ahora que por tercera vez, has perdido un hijo? ¿Culparte?

Mientras hablaba, había intentado cambiar de postura, levantarme, levantarla, volver su cara, que me mirase… pero no lo había conseguido… Ella se había acurrucado, de lado, sobre mí y no había manera de moverla fácilmente, y no quería forzarla.

-¿Te has preguntado porqué nos haces esto, Marion?
-¿Qué es lo que buscas con ello?

¡No ves que es, además de estúpido, doloroso y sin sentido alguno?

Fue entonces cuando se levantó y se revolvió contra mí…

-¡Es eso lo que crees, Arturo… que malparir a tus hijos es algo estúpido?

Estaba volviendo mis palabras contra mí, conscientemente, quería manipularme.

Comenzaba ya, a sentirme alterado pero me controlé, intentando tranquilizarla. Me estaba dando cuenta de que quería una excusa para escapar de mí. Mi presencia le hacía sentir peor aún de lo que ya se sentía…

-No tergiverses, cariño, no eso, y lo sabes, lo que acabo de decir…

Se sintió atrapada… me dio la espalda y se fue hacia el balcón. Lo abrió. La seguí; estaba agarrada a la barandilla fuertemente, el aire frío de la noche otoñal, ya entrada; la hizo temblar.

-Marion, volvamos dentro, te vas a enfriar…

No respondió ni hizo intento alguno de volver. Sabía que estaba en medio de una crisis nerviosa, no sabía muy bien qué sería mejor o peor. Entré dentro por una manta y salí de nuevo con ella. La envolví y la abracé con cuidado, esperando a ver su reacción… No me rechazó.

-Te amo, Marion… no podría soportar que me echaras de tu vida. No somos culpables. Ni tú, ni yo…, serénate, amor.

Me pregunté porqué el ser humano es tan complejo, tan dado a hacerse daño a sí mismo. En ese momento ella me habló.

-Arturo, hay algo que quiero contarte…

¡Gracias Dios mío, al fin…! Intenté darle confianza y animarla, le dije:

- Lo que tú quieras, cariño; pero por favor vamos dentro ¡estoy temblando de frío!
-
No hizo amago ni de sonrisa; pero al menos, consintió… Se volvió y entró. Después entré yo y cerré el balcón. Mientras, ella, salió de allí. Oí ruido en la cocina. Cuando entré, ya estaba sentada en el mismo sitio donde se sentó anteriormente. Ahora, en vez de dos helados, había sendos vasos de agua, uno frente al otro. Estaba claro, que quería mantener cierta distancia. No comenté nada. Me senté y esperé a que ella rompiera el silencio…

-… Después de este nuevo aborto, el ginecólogo, volvió a decir que no encontraba nada físico que lo provocase. Y ya sabes, que, después del segundo, buscamos alguna causa psicológica y no encontraron, tampoco, en el estudio que me hicieron, ningún rechazo inconsciente hacia la maternidad, ni hacia ti, ni hacia los bebés.
Así que, sabiendo todo esto ya, con este nuevo fracaso, me sentí muy perdida… Me dije, que si no era físico, ni psicológico, tenía que haber una causa más allá de esta vida.

Ya sabes, que hay gente y libros que hablan de la reencarnación… Se me ocurrió pensar que la causa podía estar en algo así. Busqué y comencé a leer. Efectivamente, encontré cosas, información… Hablaban del karma. Decían que nada quedaba en el aire, sin atar, sin repercusión…

Calló un momento, intentó respirar profundamente sin lograrlo. Tomé las manos de ella, que se revolvían, nerviosas, sobre la mesa… Me miró con los ojos empañados y volvió a repetir la misma frase, en francés, que me dijo a su llegada:

- J’ai quelque chose de triste à t’annoncer

La vi ahogada, intentando estallar:

-Arturo yo… yo creo que hice algo muy malo como madre, algo horrible…. Y ahora…ahora estoy pagan…

No pudo terminar, salió corriendo de allí… (En cuanto reaccioné la seguí).

Pero, querida Amèli, permite que interrumpa el relato, pues, quiero que sepas, que mientras Marion me contaba…, a mi mente, sincrónicamente, vino el recuerdo de lo sucedido la noche en que murió mamá… ¿Recuerdas lo que te conté de aquella presencia, la de aquella mujer que fue mi madre biológica. La que tanto daño, caprichosamente, provocó en su vida y entorno. Pero, que en esa señalada noche, me hizo, sin embargo, incomprensiblemente, sentir inmensamente feliz, tal y como me sentía con Marion?

¿Comprendes, amiga, lo que estoy intentando decir?
Sí, Améli, lo vi claro. La que pudo ser y me abandonó, como madre, y Marion eran, no la misma persona, pero sí el mismo alma. Un alma que sí tenía memoria y de algún modo la transmitía…, aunque no quisiera transmitir culpa alguna.

El ser humano, percibe lo malo que hace como falta a pagar y busca un precio con el que comprar su liberación. El precio de algo valioso, amiga, siempre es el más alto para cada uno.

Sí, amiga… Lo que Marion estaba suponiendo, era real… Lo que le sucedía, lo estaba provocando "una experiencia de vida pasada", una vida, en la que intentó matar al hijo que llevaba aún en su vientre, “yo mismo”.

Pero también vi claramente,amiga, la culpabilidad propia que me correspondía y que antes había ignorado. Porque también mi alma compartía la misma que Miguel, ¿Recuerdas? Y la memoria estaba en mí, aunque de manera inconsciente.

Miguel, en principio, aceptó hacerse cargo de su responsabilidad y casarse con mi madre para que ella no me abortase pero… Pero después, conocemos (por la experiencia que viví) que hubo dos caminos escogidos por él. En uno, “abandonó, prefirió morir”. En otro, no renunció a su vida con Laura y "me negó la oportunidad de nacer".
Y, aquella mujer, perdió el hijo que esperaba.

Por eso, Marion, me señalaba también como culpable y por tanto, víctima. Algo dentro se lo hacía sentir. Y, con razón… Porque nuestras almas, ya se conocían y tenían la memoria común de aquellas experiencias...





4 comentarios:

  1. Después del drama que provoca la partida queda el dolor y la reflexión.
    Reencuentros inesperados que alegran el alma y que de algún modo mitigan el daño sofrito.
    Es así, la presencia de alguien querido es una ayuda para supera la crisis, pero que acaba por crear situaciones que ni siempre terminan por ser digeridas o asumidas. Parece que hay amor! Será?

    Tiene algo de biográfico?

    Gracias por brindarme este bello poema en prosa...
    Lo voy imprimir...

    Un gran abrazo

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  2. Hago mias las palabras de mi buen amigo Duarte.
    Se ha tornado una bella costumbre leerte y disfrutar la textura de la historia tan bien definida.
    Te dejo un beso grande amiga.
    .

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  3. Eso que comentas, querido Duarte, es el encanto de la muerte. Porque, casi, no hay nada que pueda atravesar de dolor el alma, como lo hace ella... Por eso, en esa apertura de, casi a la fuerza, el hombre, la mira de frente y se atreva a escucharla. A intentar comprender y aceptar lo inevitable. Porque mi9ra que es, a veces, cruel y feo este mundo que reflejamos; pero qué agarrados estamos a él o qué miedo a perderLo/S. sentimos.

    No se te ocurra dudarlo, en mi/tu, novela;) hay amor. Nunca escribí nada (mejor o peor) sin la sal de la vida (el amor)

    En cuanto a lo de si tiene algo de biográfico el tema, pues...

    Hay quien dice que "Dios es amor, pero el amor, no es Dios"

    Pienso que todo el que "crea" algo está en ello... Sí, estoy en todos los personajes (en todos). Si hubiera algún asesino, también en él estaría. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor y auque digan que todo depende de lo que alimente... pues el monstruo, sigue ahí esperando algún heso jeje

    Pero no, no estoy contando mi vida... (Que yo recuerde ahora, claro;)

    Un abrazo

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  4. Querido Rodolfo, que tú digas esas cosas, me hace sentir muy bien, porque sé que lo dices sintiéndolo. Sé que me aprecias y en parte el aprecio, siempre nos ciega un poco. Pero que alguien como tú, me aliente con sus palabras, es suficiente, para que siga intentando, al menos, hacerlo cada vez, un poco mejor...

    Gracias y un gran abrazo:)

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