El Secreto:
Un apuesto joven al que besó en los labios, con dulzura, ayer.
Eso había sido papá para ella. Y ahora, apenas era un recuerdo que, cada día, se hacía un poco más amargo. ¡Se habían querido tanto...! Pobre mamá ¡Cuánto debe estar sufriendo!
-¡Carlos, hijo, date prisa! Estás como en babia ¡vengaaa...! ¡Qué estarás pensando...!
-¡Es tan cruel este final, mamá!
-¡Anda calla! Mejor que tu padre no se de cuenta de la momia que tiene en casa… ¡Me dejaría por la zorra de su enfermera, seguro! -Si le conoceré yo-"
Así soñaba aquél día cuando fui zarandeado por la cruda realidad...
Ese, fue el final de la parte feliz de mi vida y el comienzo de otra parte, de mi existencia, triste y amarga.
Había pensado siempre que la vida de mis padres había sido una gran historia de amor, solo interrumpida; dramática y accidentalmente, por la enfermedad de mi padre. Y al oír pronunciar a mi madre aquellas crueles e increíbles palabras; me sentí como el niño que está en medio del más dulce sueño y es despertado de forma brusca e inesperada.
Mamá me había llamado, al apartamento de la ciudad, la semana anterior, para pedirme que me reuniera con ella en la casa de la playa. Me dijo que necesitaba que me quedara unos días con papá. Según me dijo, tenía que salir de viaje para solucionar unos asuntos legales y quería que alguien de la familia estuviera en casa controlando la situación.
Así que, pedí permiso en el trabajo y me desplacé hasta allí tal como me pidió.
Y justo antes de acercarla a la estación, una vez en casa, mientras la esperaba y, al ver a papá en aquella triste situación, lo imaginé joven, apuesto y capaz de conquistar a una mujer tan excepcional como mi madre. Pero aquella ensoñación, no duró demasiado aquella vez... Sus palabras me helaron la sangre ¡porqué habría dicho algo así! –pensé-
Cuando llegamos a la estación, mamá me confesó que se marchaba y no pensaba regresar: “Me mantendré en contacto contigo, pero nada más. No creo que vualva nunca a España…” Dijo que estaba cansada de fingir y malvivir. Y me relató una parte de nuestra vida que yo nunca había sospechado. Una vida que la había hecho muy infeliz durante muchos, muchos años...
Me confesó que se había casado muy enamorada y creyendo que papá era un príncipe azul. Pero que el sueño no duró mucho y el tiempo le mostró lo engañada que estaba respecto a su príncipe.
Me contó también, que papá, cuando yo tenía apenas dos años, se presentó en casa con una mujer y una criatura; una niña recién nacida. A la mujer le dio trabajo en casa, sin consultarlo con ella, y pasado un tiempo, le confesó que eran amantes y la niña hija suya...
Ante su confesión, sentí que el mundo se hundía bajo mis pies:
Aquella niña, fue una de mis mejores amigas de la infancia y con el tiempo mi primer amor. Un amor que intentaron frustrar entre todos. Su madre y ella un día desaparecieron sin dejar rastro. Eso me contaron mis padres. Pero “Fica” no tardó en ponerse en contacto conmigo. Seguimos viéndonos y manteniendo nuestra relación, aunque en secreto. Pensábamos casarnos en cuanto terminásemos nuestros estudios y encontráramos trabajo.
Cuando mamá me llamó, yo, llevaba ya un año trabajando y esperaba que ella terminase magisterio para cumplir nuestro sueño.
… Pero cuando supe toda la historia, no fui capaz de contársela. No quería que ella se encontrase en semejante situación. Pensaba que no podría enfrentarse a eso.... Tal vez, me equivoqué –lo sé- pero solo eso supe hacer. Nosotros… Nosotros, llevábamos algún tiempo manteniendo relaciones íntimas y sabía que si se enteraba que había estado haciendo el amor con su propio hermano, se sentiría sobrepasada, ¡sentí tanto miedo!...
Así que hice lo que creí menos doloroso dentro de la situación. Quise evitarla el terrible descubrimiento ¡estaba tan asustado!
La llamé al día siguiente, después de la partida de mamá.
Le dije que necesitaba tiempo para pensar en lo nuestro, que tenía dudas sobre nosotros y que quería dejar de verla un tiempo...
Pasó el tiempo. Y un día tuve valor suficiente para escribirle rogándole perdón y pidiéndo que me olvidara para siempre…
Le contaba, que había dejado de amarla y que no era capaz de contárselo a la cara.
Ella, jamás contestó esa carta…
Le mentí, claro. Aún hoy sigo amándola, tal vez por sentirla como algo prohibido, pero no pude olvidala.
…
-¿Están seguros de que no quiere verme? ¿No hay nada que puedan hacer para convencerla…? ¡Necesito verla! Quiero pedir su perdón nuevamente. No sabía… Si hubiera sabido que esperábamos un hijo, no habría desaparecido así. Hubiera buscado alguna otra solución…
Creo, llegado el momento de contarle todo, tal vez eso la sanaría, ¿no creen?
-Lo sentimos de verdad, pero no lo creemos prudente. Al menos ahora. Desde que le comunicamos que estaba aquí y quería verla, ha vuelto a tener las crisis del principio.
De todos modos, nos alegramos mucho de saber, por fin, el origen de sus heridas psíquicas. Ni siquiera sabíamos que había sido madre. Tal vez, con el tiempo, poco a poco, nosotros, podamos ir desenvolviéndole el terrible secreto y ¡quién sabe! si entonces acceda a volver a encontrarse de nuevo con usted…
Mientras, antes de irse, si hay algo más que nos quiera contar para que llegado el día ella lo sepa…
-Sí, claro… Me parece bien; pero hoy no puedo seguir, necesito salir y relajarme. Si les parece, vuelvo mañana y continuamos con la conversación. La verdad, es que yo, también necesito descargar todo este peso que hasta hoy, no había compartido con nadie más.
-Desde luego, será lo mejor. No se preocupe. Muchas gracias por la confianza –como siempre- y ¡hasta mañana!, amigo Juan.
-¡Hasta mañana!