Un apuesto joven al que besó en los labios, con dulzura, ayer.
Eso había sido papá para ella. Y ahora, apenas era un recuerdo que, cada día, se hacía un poco más amargo. ¡Se habían querido tanto...! Pobre mamá ¡Cuánto debe estar sufriendo!
-¡Carlos, hijo, date prisa! Estás como en babia ¡vengaaa...! ¡Qué estarás pensando...! -¡Es tan cruel este final, mamá! -¡Anda calla! Mejor que tu padre no se de cuenta de la momia que tiene en casa… ¡Me dejaría por la zorra de su enfermera, seguro! -Si le conoceré yo-"
Así soñaba aquél día cuando fui zarandeado por la cruda realidad... Ese, fue el final de la parte feliz de mi vida y el comienzo de otra parte, de mi existencia, triste y amarga.
Había pensado siempre que la vida de mis padres había sido una gran historia de amor, solo interrumpida; dramática y accidentalmente, por la enfermedad de mi padre. Y al oír pronunciar a mi madre aquellas crueles e increíbles palabras; me sentí como el niño que está en medio del más dulce sueño y es despertado de forma brusca e inesperada.
Mamá me había llamado, al apartamento de la ciudad, la semana anterior, para pedirme que me reuniera con ella en la casa de la playa. Me dijo que necesitaba que me quedara unos días con papá. Según me dijo, tenía que salir de viaje para solucionar unos asuntos legales y quería que alguien de la familia estuviera en casa controlando la situación.
Así que, pedí permiso en el trabajo y me desplacé hasta allí tal como me pidió. Y justo antes de acercarla a la estación, una vez en casa, mientras la esperaba y, al ver a papá en aquella triste situación, lo imaginé joven, apuesto y capaz de conquistar a una mujer tan excepcional como mi madre. Pero aquella ensoñación, no duró demasiado aquella vez... Sus palabras me helaron la sangre ¡porqué habría dicho algo así! –pensé-
Cuando llegamos a la estación, mamá me confesó que se marchaba y no pensaba regresar: “Me mantendré en contacto contigo, pero nada más. No creo que vualva nunca a España…” Dijo que estaba cansada de fingir y malvivir. Y me relató una parte de nuestra vida que yo nunca había sospechado. Una vida que la había hecho muy infeliz durante muchos, muchos años...
Me confesó que se había casado muy enamorada y creyendo que papá era un príncipe azul. Pero que el sueño no duró mucho y el tiempo le mostró lo engañada que estaba respecto a su príncipe. Me contó también, que papá, cuando yo tenía apenas dos años, se presentó en casa con una mujer y una criatura; una niña recién nacida. A la mujer le dio trabajo en casa, sin consultarlo con ella, y pasado un tiempo, le confesó que eran amantes y la niña hija suya...
Ante su confesión, sentí que el mundo se hundía bajo mis pies: Aquella niña, fue una de mis mejores amigas de la infancia y con el tiempo mi primer amor. Un amor que intentaron frustrar entre todos. Su madre y ella un día desaparecieron sin dejar rastro. Eso me contaron mis padres. Pero “Fica” no tardó en ponerse en contacto conmigo. Seguimos viéndonos y manteniendo nuestra relación, aunque en secreto. Pensábamos casarnos en cuanto terminásemos nuestros estudios y encontráramos trabajo.
Cuando mamá me llamó, yo, llevaba ya un año trabajando y esperaba que ella terminase magisterio para cumplir nuestro sueño.
… Pero cuando supe toda la historia, no fui capaz de contársela. No quería que ella se encontrase en semejante situación. Pensaba que no podría enfrentarse a eso.... Tal vez, me equivoqué –lo sé- pero solo eso supe hacer. Nosotros… Nosotros, llevábamos algún tiempo manteniendo relaciones íntimas y sabía que si se enteraba que había estado haciendo el amor con su propio hermano, se sentiría sobrepasada, ¡sentí tanto miedo!... Así que hice lo que creí menos doloroso dentro de la situación. Quise evitarla el terrible descubrimiento ¡estaba tan asustado!
La llamé al día siguiente, después de la partida de mamá. Le dije que necesitaba tiempo para pensar en lo nuestro, que tenía dudas sobre nosotros y que quería dejar de verla un tiempo... Pasó el tiempo. Y un día tuve valor suficiente para escribirle rogándole perdón y pidiéndo que me olvidara para siempre… Le contaba, que había dejado de amarla y que no era capaz de contárselo a la cara. Ella, jamás contestó esa carta…
Le mentí, claro. Aún hoy sigo amándola, tal vez por sentirla como algo prohibido, pero no pude olvidala.
…
-¿Están seguros de que no quiere verme? ¿No hay nada que puedan hacer para convencerla…? ¡Necesito verla! Quiero pedir su perdón nuevamente. No sabía… Si hubiera sabido que esperábamos un hijo, no habría desaparecido así. Hubiera buscado alguna otra solución… Creo, llegado el momento de contarle todo, tal vez eso la sanaría, ¿no creen?
-Lo sentimos de verdad, pero no lo creemos prudente. Al menos ahora. Desde que le comunicamos que estaba aquí y quería verla, ha vuelto a tener las crisis del principio. De todos modos, nos alegramos mucho de saber, por fin, el origen de sus heridas psíquicas. Ni siquiera sabíamos que había sido madre. Tal vez, con el tiempo, poco a poco, nosotros, podamos ir desenvolviéndole el terrible secreto y ¡quién sabe! si entonces acceda a volver a encontrarse de nuevo con usted… Mientras, antes de irse, si hay algo más que nos quiera contar para que llegado el día ella lo sepa…
-Sí, claro… Me parece bien; pero hoy no puedo seguir, necesito salir y relajarme. Si les parece, vuelvo mañana y continuamos con la conversación. La verdad, es que yo, también necesito descargar todo este peso que hasta hoy, no había compartido con nadie más.
-Desde luego, será lo mejor. No se preocupe. Muchas gracias por la confianza –como siempre- y ¡hasta mañana!, amigo Juan.
“Una imagen cuenta tanto o más que un millón de palabras… fíjate bien, a veces, un hecho no necesita más explicación que un gesto para quedar revelado. Y la vida, está llena de ellos, para compensar, tal vez, lo mucho que callamos” Esto, me lo dijo alguna vez mi abuelo, -hombre observador y callado-. Cuando le preguntaba, yo, si no se aburría., estando tanto tiempo sentado y mirando, una parte del mundo, desde la ventana.
No imaginaba, que pasado mucho, mucho tiempo, el destino me brindaría la oportunidad de sufrir una experiencia demostrativa y práctica que me harían recordar aquellas sabias palabras…
Cuando recuerdo cómo terminó aquella aventura; en principio: divertida, romántica y excitante; todas las emociones satisfactorias que me proporcionó, se esconden, cual cómplices, temerosos, de ser acusados de un delito, dejando, en su lugar, una intranquilidad, culpable, a lo largo y ancho de mi cuerpo.
Él y yo, jamás cruzamos una sola palabra. Ni un buenos días, ni un adiós, ni… Ni siquiera, llegamos a rozarnos, a pesar de haber caminado tan cerca, uno del otro, como para llenarnos interna y mutuamente, de sensaciones, oxígeno y venenos, compartidos.
Aún recuerdo muy bien su particular olor. ¡Me encantaba aquél aroma! Recuerdo, que pasé muchos ratos en distintas perfumerías probando infinitas esencias masculinas ¡Buscando la suya! Y un día, por fin, di con ella. La compré y me fui directa al despacho de Rogelio… Le conté, controlando mi excitación, que fui a por su fragancia –que le quedaba poco en el frasco- y que, la chica que me atendió, me había ofrecido esa otra, que estaba en promoción y era buenísima.
“Pero no te preocupes, si no te gusta me la quedo para mí… ¡Me ha encantado!” –Le dije. “No hace falta, a mí también me gusta… Y, además, que te guste a ti, es importante en las distancias cortas ¿no? ” “Infinitamente, querido” –Respondí riendo su broma-
Me sentí algo perversa pero ¡Cómo disfruté aquél momento!
Nuestra aventura, se desarrolló en el espacio invisible de los sueños y deseos –entre miradas y alguna sonrisa. No existió nada más… Y nada menos -¡Tan intenso fue!-
Cuando le recuerdo, aún siento aquella sensación excitante y agradable, acompañada de un tremendo pellizco en la boca del estómago, que nunca antes había vivido.
Le vi por primera vez, camino del colegio. Yo, acompañaba a mi hijo, cargando; sobre mi hombro izquierdo, el tremendo peso de su mochila azul. Él, también llevaba al suyo; que podía ser, unos tres años menor que el mío. Iban caminando muy lentos y les pasamos. Llegamos pronto a la puerta del colegio, aún no habían abierto; y, aunque mi hijo se fue a charlar con sus amigos, a mí me gustaba esperar hasta que le veía entrar sano y salvo –tenía esa manía-. Él, y su hijo llegaron, casi, detrás de nosotros “estos, han acelerado su paseo matinal” - pensé con guasa. Noté que me miraba insistente y que cuando creía que iba a mirarle disimulaba. Cuando abrieron y entraron los niños, nos fuimos de allí. ¿Juntos? Eso parecía…Se puso a mi lado en cada semáforo e iba solo dos pasos más atrás de mí. Así, hasta llegar a donde había dejado aparcado el coche.
Era más joven que yo, mucho más. Creo que, aún estaba en los treintaytantos y a una distancia respetable de los cuarenta. Yo, por mi parte, ya había cumplido los cincuenta y dos. Pero se notaba a la legua que no lo había notado. No creo que ningún hombre de esa edad, se embobe y se atreva, aunque solo fuera por respeto, con una cincuentona, a sabiendas… Aunque yo, me sentía bien en mi piel y siempre me daba un notable en aspecto y estado físico; que un hombre tan joven –y buenorro- quedase prendado y enganchado de mí, en tal manera, me inyectó en vena una bomba de crédito personal ¡Me sentí genial todo el día!
Por la tarde, le tocaba a mi marido recoger al niño del colegio. Y, aunque aquél día había fantaseado con la idea de verle de nuevo, a la mañana siguiente, lo había olvidado por completo, hasta que… Hasta que le vi bajar del coche, un par de metros antes de llegar a su altura. Me miró sin disimulo y se fue al maletero a sacar la mochila de su hijo. ¡Dios! El corazón se me puso a cien “¡Pero qué te pasa Maru, si es un niñato!” –pensé- Él, hizo tiempo hasta que pasamos y, entonces, se incorporó, como el día anterior, dos o tres pasos más atrás. Cuando dejamos a los niños y volvíamos, lo hizo igual que el día anterior. Cuando se ponía a mi lado en los semáforos, podía sentir su calor; y, una cálida sensación me recorría, embargando y extremeciendo todo mi ser…
Pasaron días, semanas, meses… Y todos los días lo mismo. Aquél estado de cosas, se convirtió en una rutina encantadora y deseada. Solo cambiaba si me paraba a comprar tabaco. Entonces, él, esperaba junto a su coche para verme pasar y seguirme con la mirada. Lo sé, porque más de una vez me volví a comprobar si se habría ido o me miraba, y allí seguía, siguiéndome con sus ojos, hasta ver cómo desaparecía en la vuelta de la esquina. En alguna ocasión, también, entraba a tomar café con algunas madres de los compañeros de mi hijo… Entonces, él, también entraba a la cafetería. Buscaba un sitio frente a mí y se quedaba allí, tomando un café e intentando, -tal como yo- coincidir y pescar alguna mirada para sonreírnos y adorarnos tontamente, ante todos, siendo invisible, para el resto del mundo, esa realidad. Ambos, podíamos presentir, que disfrutábamos aquellos momentos, como si fueran la cosa más extraordinaria, natural y especial del mundo. Nos adivinábamos, mutuamente, felices, como niños que no se cansan de su juego favorito… En una de aquellas ocasiones, recuerdo que le miré mientras pensaba: “Llegarás tarde al trabajo” y pareciera que lo entendió porque me miró sonriente y tranquilo como diciendo: “¡Y qué nos importa!”
Un día, paseando, no pude más y se lo conté todo a una íntima amiga… Reflexionamos juntas. Ella, me recordó por qué se había divorciado. Se había enterado de que su marido tenía una aventura y no pudo perdonarle. Me dijo: “¿Necesitas una aventura? Puedo presentarte a varios hombres, que no te crearan problema… y te dejo mi casa si quieres. Pero olvida todo esto, desaparece de la vista de ese chico ¡olvídale y permite que te olvide!”
“¡Pero qué dices…! ¿Estás loca? Yo quiero a Rogelio, jamás le haría algo así… con nadie ¿Entiendes..? Con él tampoco!” le dije escandalizada
Ella, muy seria, dijo: “Pues, no sé si te das cuenta, pero; estás jugando con fuego”
Y tenía razón, lo sentí en el preciso momento en que le había dicho un segundo antes: “Con él tampoco” “Con él, él, él” me repetía internamente… sintiéndolo como alguien especial, importante… no como ese desconocido y extraño que era realmente. Pero ¿Qué o quien era él? Y, lo importante no era quién fuera él, sino lo que significaba en mi vida… Mi amiga fue clara, quería que me diera cuenta del camino peligroso que había emprendido. “No todas las drogas cuestan dinero; pero todas, se acaban pagando muy caras… Todas tienen efectos secundarios graves, así como contraindicaciones, cariño” Terminó diciéndome.
Aquél día, comprendí que, efectivamente aquello, se estaba convirtiendo en una droga peligrosa para mí. Decidí terminar con esa situación, “con él…”
Me inventé mil excusas con mi marido y, un día por otro, tuvo que encargarse de llevar el niño al colegio cada mañana y, recogerlo, cada tarde.
Y así, hasta que llegó el final de aquél curso y el día de la fiesta a la que solíamos acompañar, cada año, al niño, tanto Rogelio, como yo. Pero en esta ocasión, mi marido, tenía una reunión importante y no podía acompañarnos…
A media mañana, aquél día... ¡íbamos tan contentos camino del colegio!... Mi hijo, estaba muy dicharachero, no paraba de hablar. Iba vestido para la ocasión; de mago, pues tenía que participar en una obra de teatro, junto a sus compañeros de curso. Yo estaba muy entretenida y disfrutando de su charla, hasta que… Hasta que vi, un par de metros por delante de nosotros, su coche y cómo salía de él una mujer, su hijo y él mismo, que … que como no me esperaba, al verme se quedó como tonto, se le cayeron las llaves de la mano y siguió como pasmado, mirándome con los ojos abiertos como platos. Naturalmente, la mujer, se dio cuenta de que algo raro le pasaba a su marido y enseguida se giró a ver qué le trastornaba de aquella manera. Al vernos solo, a mi hijo y a mí, se quedó incrédula y sorprendida e interrogante, miró al marido como diciendo “¿Ocurre algo que yo no sepa, querido?” Él, disimuló como pudo y se agachó a recoger las llaves… Yo, pasé, de largo, prestando mucha atención a mi hijo e intentando que no se notara mi nerviosismo.
Ya en el colegio, entre actuación y actuación salí del salón a tomar aire al patio, buscando tranquilizarme y convenciéndome de que no había pasado nada. Cuando me volvía, dispuesta a entrar de nuevo, otra mujer –la mujer de él- había salido y venía directa hacia mí. “Menudo par tiene esta chica, prepárate, Maruja” pensé
Ella, tranquila y decidida, me pidió un momento para hablar. No se andó por las ramas y fue muy directa. Me contó que había presentido, con lo sucedido un rato antes, que su marido le ocultaba algo y que yo tenía que ver con ello. Pero que él, lo negaba rotundamente. Y me suplicaba, por favor, que yo la mirara directa a los ojos y le contara la verdad de mujer a mujer, fuese cual fuese. Yo, tal como ella me pidió, la miré directamente a la cara y le dije que entendía cómo se había sentido, que yo también me había sentido confundida y sorprendida con el comportamiento de su marido… que no entendía nada y me había hecho sentir muy mal. Que solo le conocía de vista, como a muchos otros padres; que ni siquiera habíamos cruzado alguna vez un “buenos días o adiós”.
“Entiendo cómo se siente usted… En su lugar, me hubiera pasado igual. Pero puede quedarse totalmente tranquila, créame: Lo que ha visto, no es lo que parece” Terminé diciéndole.
Han pasado dos años de todo aquello. No volví verles nunca más, a ninguno de los tres… Supuse que habrían cambiado, al niño, de centro escolar, cosa, que me dejó mucho más tranquila y con tiempo para ir olvidando, todo, en paz.
Y, ya creía que todo era un recuerdo más para mi historia. Pero; hace dos meses, recibí una invitación para asistir a una exposición, que se hacía en memoria y homenaje de un joven pintor, que había fallecido, recientemente, como consecuencia de un triste accidente de tráfico. Eso, era lo que se podía leer en un apartado de la invitación. Y en una nota adjunta, la esposa del artista. Que era la que personalmente me invitaba, rogaba, encarecidamente, mi asistencia el día de la inauguración.
Pensé que se trataba de alguna confusión, pues no me sonaba de nada el nombre de su esposo ni el de ella… A pesar de todo, decidí asistir. Incluso, le comenté a Rogelio, si le parecía bien que comprase alguna de las obras, si me gustaba y estaba dentro de nuestras posibilidades económicas. Como le pareció buena idea, el día de la fecha señalada para el evento, me dirigí allí toda ilusionada y dispuesta a señalar una obra, si se presentaba la oportunidad…
Me impresionó ver tantísima gente, la verdad… Casi no me podía mover entre tantos invitados. Poco a poco, con trabajo, fui viendo los cuadros y me fui desinflando, -aquellas obras no estaban a mi alcance, seguro- pensaba. Eran extraordinarias, ¡estaba impresionada! De pronto, en el centro de la sala descubrí que una de las obras estaba cubierta. Ya iba a preguntar, cuando se armó un gran revuelo. Oí que decían que la viuda iba a compartir unas palabras y a descubrir la obra oculta por el paño… Vi salir del tumulto, a una joven y atractiva mujer, cuya cara, me sonaba mucho, pero era incapaz de relacionarla con algo o alguien conocido. Dijo muy pocas palabras, solo quiso resaltar que, su marido, estuviera donde estuviera estaría feliz de ver cumplido su último deseo, que no era otro que hacer llegar al puerto deseado, una obra muy especial para él… La obra en cuestión se llamaba:“Tras Sus Pasos” y no era otra que: Se volvió y apartó el paño que cubría una obra de unos dos metros de alto por uno y medio de ancho más o menos y… Y, en el cuadro, se podía ver de espaldas,a una madre con su hijo de la mano, por la calle, camino del colegio. Ella, llevaba colgada del hombro izquierdo una pesada mochila de color azul… Después de los aplausos, la mujer vino hacia mí… Me agradeció que hubiera ido y me dijo que su marido le pidió que me entregara esa obra, que de haber podido hubiera querido entregarme él. Yo, no sabía qué decir… “¿Sabe?” me dijo en aquél preciso momento: “Hoy, ha puesto usted la misma cara, que puso él aquél día ¿Recuerda?” "Dígame: ¿Sigue pensando que, esto, no es lo que parece?"
Yo, fuí incapaz de articular una sola palabra.
Me dijo que pronto tendría la obra en casa, se dio la vuelta y se alejó sin más…
“Desde ese día, no estoy en mí… Tengo rota el alma. Es como si me sintiera responsable, tanto, de la muerte de él, como de la amargura de su esposa…
“Por eso he venido aquí, a esta casa de reposo. Necesito ayuda para comprender, para aceptar y para olvidar, si es posible”
Tenía los ojos azules y una mirada tan cálida como el mar Mediterráneo de su infancia. Era grande, muy grande y él lo sabía. Un día nos dijo:
“Por eso, por mi envergadura, ella, me dijo que era como un castillo donde se refugiaba la gente para defenderse de sus enemigos. -Desde hoy, tú eres mi castillo- Me dijo… Desde aquél día, no solo ella, sino todo el mundo comenzó a llamarme así: Castillo. Me sentí tan orgulloso que, yo mismo, olvidé mi nombre y acepté ese apodo, contento, sí señor, muy contento.”
Castillo, era un buen conversador, aunque solo hablaba si ibas a buscarle, en sus momentos de descanso. A sentarte un rato con él… Entonces, liaba un cigarro, lo prendía y te ofrecía una entrañable conversación al amor de su compañía; y de la lumbre si era invierno.
Le encontramos, hacia el final de un día frío, refugiado en un rincón de nuestra entrada, echado en el suelo, encogido y helado, Había bebido demasiado y estaba medio inconsciente… Aún no sé cómo pudimos levantarle a medias y meterle dentro de la casa. Después de un par de días de reposo y alimento suave, parecía otro, pero; comprendimos que estaba necesitado, además, de otros cuidados. Cuidados en los que nosotros estábamos especializados. O, al menos, ese era el ideal o misión con el que fundamos La Casa del Reposo de los Sueños.
Él no tenía dinero, nos dijo: “pero en poco tiempo, mis manos y voluntad, harán maravillas en este jardín, que no es que sea feo o triste, pero le falta la dedicación que yo puedo ofrecerle… Y, además, les prometo un huerto. Un huerto en el que criaré de todo, ya verán. Ya verán qué maravillas les ofrece esta tierra tan buena, después de tanto barbecho. De otras cosas no, pero de tierra, mar y trabajo entiendo ¡jajaja! sí… todo.
¿Saben? Jejeje, a ella le sembraba caramelos y algunas monedillas. Luego la mandaba a escarbar en el sitio indicado y ¡claro! jaja... No se imaginan la cara que ponía jaja Decía: -Castillo, eres grande-grande, y además, ¡sabes hacer magia! ¡Angelico mío! No sabía que la magia sí existía y era ella la que la hacía”
Tampoco, su amiguita se equivocaba, algo mágico tenía aquél trotamundos grandullón…
Castillo, se quedó en la casa y cumplió su promesa, no se equivocó ni con el jardín, ni con la tierra para el huerto; pero él tuvo mucho que ver con esas maravillas que junto a él todos disfrutamos…
Pero nosotros, aunque hicimos todo lo posible por curar su alma y suavizar su profundo dolor, no lo conseguimos.
Él siempre nos consolaba diciendo que solo se cura quien quiere y… y que él no quería:
- “Yo no quiero olvidar ¿Saben porqué? Porque en la vida se mezcla todo, lo malo y lo bueno, está junto. Tengo miedo de que arrancando la espina se salga lo mejor que guardo. Y tampoco es bueno olvidar lo malo porque de todo se aprende y olvidando, perdemos sabiduría”
- Puedo vivir con todo… Aunque haya días en que el dolor sea demasiado y entonces… Entonces, ya lo saben, me voy de putas y a emborrarme para olvidar, aunque solo sea por una noche.”
Era eso, exactamente lo que hacía ese alma de Dios. Una vez al mes, más o menos, dejaba sus ropas de jardinero, se vestía de “don juan” - Bien sabe Dios que lo parecía ¡Qué guapo era!- y salía de la casa a buscar un rato de locura, haciéndose pasar por otro.
Al día siguiente, bien entrado el medio día, volvía…demacrado, despeinado, con la ropa manchada, medio ebrio aún, intentando salvar, con sus manos en alto, una caja de pasteles y dando tumbos de un lado al otro… Después de eso, cuando podía volver al trabajo, aún tardaba unos días en levantar la cara para mirarnos… Se moría de vergüenza. Eso parecía y eso nos contaba:
“Perdónenme me muero de la vergüenza”
Castillo, poco a poco nos había ido relatando cachitos de sus idas y venidas…
Sabíamos que se había criado sin madre:
“Cuando murió, yo tenía siete años. Mi madre era buena, se notaba cómo me quería y yo… Yo la adoraba… Después, mi padre no tardó en encontrar una mujer y traerla a nuestra casa. No me quiso nunca. En una moneda, mi madre hubiera sido cara y aquella era la cruz, mi cruz de la infancia. Mi padre me dijo un día que no era mala; pero que la naturaleza de las hembras, les impedía querer a los hijos que otras hubieran tenido con su hombre.
Relató que se fue muy joven del hogar. Aunque su padre intentó por todos los medios, convencerle para que se quedara con él. Rebozaba orgullo cuando nos dijo:
“Es que yo era su único varón ¿saben? A pesar de todo, me embarqué y marché. A conocer el mundo. Aunque estuve lejos de la casa, mientras me mantuve en la mar, me sentí cerca de los míos. Hasta que me fui tierra adentro. Hasta entonces, no comprendí que me había ido para no volver ¡tan lejos y solo!
Y nos dijo que comenzó a sentir soledad y necesidad de algo así como el hogar de su infancia…
SOLEDAD
Mi otra amiga, soledad, la interna; también estaba aquí, esperándome, abrazando mi silencio. Ojos cerrados y te veo, presencia intocable, pero plácida. Percibo sonidos, susurros de aliento, que mitigan el tiempo, a quien pertenecen los momentos del día. (Autoría y gentileza ofrecida por: Duarte -gracias amigo-)
“Después de mucho recorrido, de engaños y desengaños”, dijo: “Busqué el amor de verdad. Me enamoré. O me cegué… Nos casamos y tuvimos una hija. Ni ella ni yo, supimos lo que teníamos en nuestras manos hasta que se nos resbaló de ellas. Nuestro pequeño tesoro voló a un lugar mejor. Después, ninguno fue capaz de aceptar su parte de responsabilidad y nos echábamos en cara lo peor… A ella le dio por ir con otros hombres, a mí por la bebida y las putas. Un día casi la estrangulo. Veía en ella al mismísimo demonio. No me daba cuenta que era a mí mismo a quien estaba viendo y quería matar…
“Huí, creía que de ella, pero realmente era de mí. Volví a mi vida anterior, volví a ser un vagabundo, pero esta vez sin ilusión, ya solo trabajaba lo justo para coger algo de dinero y luego bebérmelo.”
“Pasaron años así, matándome lentamente… Un día, mi sino quiso que cambiara mi suerte. Me encontró un buen hombre, era un señor... Un par de granujas, le habían robado y encima se divertían pateándole. Al verlos, caí sobre ellos y no tardé en dejarles listos para prenderlos.”
“Él, después se ocupó de mí, comprendió que estaba mal. Venía a verme de vez en cuando, a hablar. Y yo le fui contando alguna cosa. No quiso que siguiera con la vida que llevaba. Un día dijo que yo me iba con él, a su casa. Que tenía trabajo de confianza para mí.”
“-Y me fui… A las afueras de su gran caserón, había una casita. -En tiempos, fue la casa del guarda. Ahora es tu casa, amigo Juan- Me dijo-“
“Cuando me dejó solo, me eché a llorar… Y llorando estaba aún, cuando volvió al rato. De su mano, traía a una niña de unos seis años. –Esta es mi niña, Juan. Teresita se llama. Mírala bien. Te encargo que no la pierdas de vista nunca ¡has de ser su sombra, entiendes! Es muy traviesa y siempre anda como una cabrilla sin miedo, de monte en monte. No hay quien la controle y temo por ella…- La niña me miraba entre curiosa y divertida, por todo lo que su papá me decía.”
“Al mirarla, recordé a mi princesa, a mi niña… Así, aquél día, di gracias a Dios por la oportunidad que me ofrecía. Prometí ser el perro guardián de Teresita. Pero, eso, no entraba en los planes de ella, porque ella, lejos de ese designio, decidió que yo fuera su castillo… Castillo en el que refugiarse, un castillo defensor, donde ocultarse a veces, incluso… y, tanto interés y amor me puso Teresita, que con el tiempo, aquél que se sintió deudor y salvador, con … el bondadoso señor, acabó celando y pensando locuras de Juan, un servidor. Y esas locuras se convirtieron en acusaciones que acabaron, nuevamente, con la fortaleza del castillo. Acabé con más de un hueso roto, y preso.”
Cuando lo soltaron contó:
“Otra vez, volví por mal camino, hasta que ustedes me encontraron y dieron lo único valioso que todo hombre necesita: respeto y cariño”
En su lecho de muerte Castillo murmuraba:
“el hombre iba como una sombra por el mundo, de pesadilla en pesadilla. Hasta caer un día, dichoso día; ante estas puertas desde donde parto en paz hacia el paraíso, gracias amigos."
"El hombre necesita de los demás” Siempre decía eso
El buen Castillo, aunque no lo sabía: NUNCA SE DIO POR VENCIDO, siempre intentó darse a otros. Y era feliz recibiendo de ellos.
Siempre tarareaba una hermosa canción mientras trabajaba. Decía que le recordaba a su hija, que como él, tenía los ojos azules…
“Más azules que el terciopelo eran sus ojos Más calidas que Mayo eran sus miradas”
“A través de los años puedo aún ver el terciopelo azul A través de mis lágrimas”
La Casa del reposo de los Sueños, es una casa donde personajes, en crisis, van a recomponerse después de comprender que, algún sueño roto, amenaza con romperles el corazón.
El personaje más antiguo en el lugar es Fica. Todos la llamamos así, aunque, ese, no es su verdadero nombre. Realmente, en la casa, se "rebautiza" a cada uno de ellos, nada más entrar por las puertas. Porque, el anonimato, es importante para la recuperación.
Pero, os estaba hablando de Fica ¿Verdad?
Fica, lleva mucho tiempo con nosotros y aún no logra recomponerse... "nunca volvió a ser la misma desde aquél trágico día", nos cuentan sus amigos; sin aclarar nada más. Aparentemente todo es normal y dentro de la casa, su vida es natural y sencilla, se relaciona bien, sin extravagancia alguna. Si no fuera por... Porque cada vez que le pedimos que nos cuente lo sucedido, ella, lo escribe y describe en forma extraña". Después, nos pasa la hoja escrita para que leamos.
Este es el relato, repetitivo, de Fica:
Ella ser una pelusa tan pequeña, que apenas haber una diminuta mota apreciable. Volar hasta un lugar alto. Encontrar allí corazón de hombre y quedar contenta ¡Por fin en casa!
Después de dormir en el pecho del hombre una noche, despertar feliz... Hasta que él duchar. Ella, escurrir por su largo cuerpo y salir de su vida por el desagüe.